Quizá las personas
en occidente hayan descubierto el zen a través de Alan Watts o la necesidad
de silencio de Aaron Copland, sin embargo, ambos recibieron la luz del zen
a través del maestro Daisetsu Teitaro Suzuki, mejor conocido como D. T.
Suzuki. Por cierto, Daisetsu es el nombre que le dio su maestro zen Soyen
Shaku y significa “gran simplicidad”. Durante la década de los años 20
Suzuki se preocupó de que los maestros no podían traducir y presentar sus
enseñanzas de manera que les resultaran claras a los occidentales, por lo
cual intentó “un experimento: presentar el zen desde la perspectiva de
nuestro sentido común compartido”. Su trabajo le dio a la filosofía
oriental un renacimiento en la psique occidental que la descubría por vez
primera, abriéndole la posibilidad de una vida secular y profundamente
espiritual.
Suzuki empieza explicando qué puede
hacer el zen por nosotros a nivel cotidiano: “En esencia el zen es el arte
de ver la naturaleza del propio ser y señala un camino de esclavitud a la
libertad. Al hacernos beber justo de la fuente de la vida, nos libera de
todas las cargas bajo las cuales nosotros, las criaturas finitas,
usualmente sufrimos en este mundo”. De acuerdo con el
maestro Suzuki:
La vida ordinaria
sólo toca el borde de la personalidad, no causa una conmoción en las partes
más profundas del alma, de tal manera que el zen hace sin palabras lo que
el ego y el intelecto no pueden.
Este cuerpo que
tenemos es como una batería eléctrica en la que hay un poder misterioso.
Cuando este poder no es operado apropiadamente, se enmohece o se desvanece
o se retuerce y se expresa de manera anormal. Por lo tanto la función de
zen es salvarnos de enloquecer o tullirnos. Esto es a lo que yo me refiero
cuando hablo de libertad, dejar jugar en libertad todos los impulsos
creativos y benevolentes inherentes a nuestro corazón. Por lo general
estamos ciegos a este hecho, que poseemos todas las facultades necesarias
que nos harán felices y amorosos los unos con los otros. Todas las
dificultades que vemos a nuestro alrededor vienen de esta ignorancia.
Cuando la nube de la ignorancia desaparece, vemos por primera vez la
naturaleza de nuestro propio ser.
Desde el punto de
vista del maestro zen, lo mejor que puede hacer el intelecto es señalar lo
que no está bien y por lo tanto puede ser una fuerza de destrucción. Por
esta razón no funciona como vehículo para la iluminación. Cuando se trata
de esto último es necesario recurrir a un aspecto muy diferente de nosotros
ya que de hecho, según Suzuki, el intelecto es justamente lo que no nos
permite abarcar el infinito, de tal manera que:
El Zen propone una solución que es
atractiva a los aspectos factuales de la experiencia personal no a un
conocimiento teórico de un libro. La naturaleza de nuestro propio ser donde
aparentemente toma lugar la batalla entre lo finito y lo infinito debe ser
comprendida desde una facultad más alta que el intelecto. Ya que el
intelecto posee una cualidad especialmente perturbadora. A pesar de que
puede hacer suficientes preguntas como para alterar la serenidad de la
mente, frecuentemente es incapaz de darles respuestas satisfactorias.
Altera el pacífico gozo de la ignorancia y no restaura el estado previo de
las cosas ofreciendo algo a cambio. Porque señala la ignorancia, con
frecuencia es considerado “iluminador”, a pesar del hecho de que es el
responsable de las alteraciones y no necesariamente ilumina su camino.
Además, Suzuki
señala que:
No hay manera de
tocar el infinito. ¿Cómo vamos a liberarnos de las limitaciones de la
existencia? La salvación debe ser buscada en lo finito, no hay nada
infinito además de las cosas finitas. Si buscas algo trascendental que te
separa de este mundo de relatividad, esto equivale a la aniquilación de tu
ser. No quieres la salvación si debe costarte la existencia. Ya sea que lo
entiendas o no, lo mismo sucede cuando se vive lo finito. Pues te mueres si
dejas de comer o dejas de mantenerte caliente por estar aspirando el
infinito… Así que lo finito es lo infinito y viceversa. No son dos cosas
separadas, el pensamiento está obligado a concebirlas así,
intelectualmente.
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