LA MENTE Y LA PRÁCTICA DE CHI KUNG
Mientras la mente permanece en la agitación y dispersión habitual, consume el 80% de la energía total del organismo. Cuando la mente inquieta, de fuego, se calma, y la mente superior se expresa, se instala la comprensión profunda, la percepción. Con la mente serena, de agua, se obtiene, además, el poder que surge de toda esa energía que antes se desperdiciaba.
En todo Qi Gong hay que regular, con la mente de agua, los 5 aspectos fundamentales del ser: el cuerpo, la respiración, la mente, el Chi y el espíritu. Yi, la conciencia, dirige a la energía, ya que ésta sigue a la mente. La sangre sigue a la energía. De lo sutil a lo grosero: Yi dirige a Chi que guía a Xue. A su vez, Xue nutre el Chi. Los movimientos de apertura y cierre corporal provocan la liberación del Chi interno viciado, y la absorción de Chi externo.
Los movimientos deben realizarse en forma lenta, relajada, circular y continua. La relajación es imprescindible. La clave está en acoplarse al pulso Yin - Yang del universo, expandiendo y contrayendo, al ritmo de la respiración, la mente y el cuerpo. Cuando la mente se expande, se expande lo más lejos posible, hacia los confines del universo. Cuando la mente se contrae, penetra en lo profundo, hacia el centro del ser.
Mientras la coronilla se proyecta hacia arriba desde dentro, imaginamos que la cabeza alcanza instantáneamente el vacío entre las estrellas. Los pies se plantan en la tierra, y sentimos cómo se expanden hacia abajo, a través del centro de la tierra hacia las profundidades del reino del vacío. Procuramos no limitar la mente a la noción de encontrarnos de pie sobre un suelo sólido, puesto que eso podría confinar el Chi a la superficie del suelo, en vez de permitirle expandirse hacia abajo, a lo profundo de la Tierra.
Hay que descubrir el cuerpo como una trama de lana que se abre y se hace permeable a las energías del universo, transparente. Estamos atravesados permanentemente por campos electromagnéticos, por ondas de diferentes frecuencias, y ahora nos abrimos conscientemente a ellas. Reconocemos y aceptamos, además, los canales por donde estas energías circulan en el cuerpo. La actitud es la de la sonrisa interior, es decir, abrirse humilde y receptivamente a las fuentes de la energía. Sonreímos a los músculos para que se relajen. Sonreímos a las articulaciones para que se abran. Sonreímos a los huesos para que se carguen de energía. Abrimos cada centro vital para sanarlo y para que la energía fluya sin obstáculos. Escaneamos el cuerpo mentalmente, llevando nuestra atención, y con ella sangre y Chi, a la zona que queremos sanar, incrementando la circulación sanguínea y bioenergética.
Como los movimientos corporales son lentos, continuos y suaves, con un moderado esfuerzo muscular, no se produce acumulación de ácido láctico en los tejidos, responsable principal del dolor y cansancio muscular. Tampoco aparecen radicales libres, que aceleran el envejecimiento de los tejidos, como ocurre con la gimnasia explosiva convencional.
Es altamente beneficioso, sobre todo si se realiza al aire libre, en medio de la naturaleza, llevar la concentración al inspirar al Chi puro de la naturaleza que entra por todos los poros, y al espirar, a las energías desgastadas que salen del cuerpo. Los movimientos lentos y conscientes de las extremidades, con respiración diafragmática, potencian la circulación de sangre y energía por los canales, que conducen esa circulación ampliada tanto a la superficie como a los tejidos más profundos. Se incrementa la secreción de importantes neurotransmisores como serotonina, dopamina, endorfinas, y encefalinas, que actúan sobre el timo, el bazo, los ganglios linfáticos y la médula ósea, mejorando la respuesta inmunitaria.
Las tensiones de la zona cervical y escapular deben descender a los brazos. Las tensiones de los hombros, de los codos y muñecas, se vacían a través de los dedos. Guiando la energía con las manos, en rutinas como la Grulla Blanca o Zhi Neng, activamos el punto Dabaho (Bazo 21), y además de inundar de Chi el Tan Tien medio, drenamos vasos linfáticos y fascias, liberando de la memoria celular resabios de enfermedades pasadas. Así, incluso enfermedades de la infancia, de las que nos creíamos curados pero que habían dejado un resabio latente, son revocadas definitivamente. No siempre es grato este proceso, ya que como en los tratamientos homeopáticos, pueden activarse las sintomatologías en el proceso de curación definitiva. Es necesario perseverar en la práctica hasta que, con los síntomas, desaparecen también de la memoria celular las últimas esquirlas de la antigua dolencia.
En el pliegue de la muñeca hay varios puntos para tratar perturbaciones psíquicas. Hay, además, receptores térmicos, que cuando abrimos las muñecas, es decir cuando se contraen los músculos extensores de los dedos, liberan el exceso de calor en el plexo cardio-respiratorio. Puntos que se utilizan en casos de palpitaciones, excitación, temor, inquietud, depresión, insomnio. En síntesis, puntos que calman el Shen, como el punto 7 del meridiano de corazón, Shen Men, Puerta del Espíritu.
La concentración en la parte central e inferior del cuerpo, acompañada por la respiración abdominal, tiene como fin guiar hacia abajo las energías acumuladas en exceso en la parte superior del cuerpo. De este modo se descongestionan el pecho y la cabeza, y la tensión acumulada en la cintura escapular. Se equilibran Kan (agua) y Li (fuego), bajando el calor, Yang, a la usina energética del Tantien inferior, y subiendo la energía serena y fresca Yin a calmar el corazón y la mente. Nutrimos el centro vital inferior con el Chi del cielo y de la tierra, y a mayor cantidad de energía en el Tan Tien inferior, que se expresa con la expansión del Dai Mai, el gran vaso de la cintura, mejor es la calidad de la energía en el Tan Tien superior. Un incremento cuantitativo en el Centro Vital Inferior determina un cambio cualitativo en el superior, ya que sólo cultivando una gran cantidad de energía en el primero podremos, mediante el trabajo alquímico del Chi Kung, refinar esta energía hasta su manifestación en espíritu – consciencia, en el segundo.
Los engarces entre vértebra y vértebra de los nervios simpáticos, junto con sus ganglios, coinciden con los puntos Shu de la medicina china, que rigen las doce funciones principales. Situados sobre la rama interna del meridiano de vejiga, estos puntos son objeto de masajes específicos, tanto en tui na chino como en shiatzu japonés, por reflejarse en ellos la totalidad de los órganos del cuerpo. Las torsiones y ondulaciones de la columna, de la cabeza al sacro, tienen efectos energéticos sutiles que actúan sobre la médula espinal, los puntos Shu y los ganglios simpáticos, el sacro, el bulbo raquídeo y el cerebro. La energía vital (jing Qi) y el Yang de los riñones penetran así en los principales centros energéticos.
Las torsiones del torso abren también el Dai Mai, o vaso regulador de la cintura, lo que garantiza un fluido intercambio energético entre la parte alta y baja del cuerpo, robusteciendo el Ming Meng, punto 4 del Vaso Gobernador, situado entre las vértebras lumbares 2 y 3, estimulando la vitalidad.
Mientras el cuerpo se mueve en armonía, la mente se focaliza en el movimiento, que ha de ser curvo y uniforme, como dibujando con manos y pies en el aire y en el tiempo.
Aprendemos a pararnos, a movernos de una manera nueva; a descubrir nuestro centro de gravedad y habitarlo. Aprendemos a relajar los pensamientos, a “soltar”, de modo de no desgastarnos tanto en este vivir centrifugados, desgarrándonos constantemente en el roce de nuestra mente dispersa contra todas las cosas.
Aprendemos a administrar mejor las energías, y a respirar con más libertad.
A diferencia de otras gimnasias donde repetimos una y otra vez un mismo patrón de movimientos simples, en el Tai Chi Chuan agilizamos tanto la mente como el cuerpo, ya que debido a la coordinación que exige es imprescindible estar concentrado, que la mente esté presente en la ejecución de cada movimiento. A la vez mantiene el cerebro en actividad debido a la exigencia de memorizar secuencias de movimientos complejos, estableciendo todo el tiempo nuevas conexiones interneuronales. Por esto es tan saludable tanto para jovenes como para personas mayores. Y como todo aquello que nos entretiene a la vez que nos exige la mayor concentración, induce al laboratorio del cuerpo a liberar antidepresivos naturales como la dopamina, que nos tornan más conectados con todo, más alegres y empáticos, más perceptivos y joviales, rescatándonos del constante run-run de la cabeza, del pensamiento obsesivo y claustrofóbico. La sensación general, una vez finalizado el trabajo, es de vibrante relajación, con todo el cuerpo empapado de una agradable tibieza, energizado y sereno, la mente en calma.
Del libro Mente de Agua, Mente de Fuego.
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