LA PACIENCIA
Continúo con el camino del Bodhisattva que se declina en seis prácticas que
son el fundamento, la base de la práctica espiritual del Zen. Tras haber
abordado el don y la conducta ética voy a seguir con la paciencia.
El ser humano, que somos o más exactamente la identificación con el sistema condicionado, nos lleva a desear intensamente y saciar el menor deseo. Esta forma de funcionar es muy postulada en la sociedad actual y muchos de nosotros soportan cada vez menos frustración, lo que genera e intensifica la cólera.
El ser humano, que somos o más exactamente la identificación con el sistema condicionado, nos lleva a desear intensamente y saciar el menor deseo. Esta forma de funcionar es muy postulada en la sociedad actual y muchos de nosotros soportan cada vez menos frustración, lo que genera e intensifica la cólera.
El velo de la cólera nos impide discernir,
aprehender la existencia en toda su arborescencia y puede
llevarnos hasta a eliminar el objeto, incluso el sujeto, lo que cerraría el
camino hacia la realización del deseo. Este velo de la cólera expresa también
hasta qué punto estamos separados de nuestra más vasta dimensión, la dimensión
del amor.
La paciencia es una compañía necesaria
para él o la que camina en la vía, ya que permite no reaccionar cara
a las diferentes situaciones, a los diferentes fenómenos que encontramos sino
estar con una mente abierta. Permite no cristalizarse, no
resistirse, no juzgar o juzgarse y así cultivar la benevolencia cara a los
otros y a uno mismo,
Consolida, reafirma la intención de caminar en
la vía de la realización, tanto más cuando en el camino encontramos diferentes
obstáculos como la agitación mental, las resistencias, las relaciones
difíciles, los miedos, las dudas…La paciencia permite experimentar estas
diferentes situaciones a las que estamos confrontados en el sentido de no reaccionar
ni a favor ni en contra alimentándonos con la intención de
atravesarlas, lo que abre nuestra capacidad de discernimiento que no debemos
confundir con el juicio.
El juicio como su nombre indica, juzga, pero
también condena y rechaza, mientras que el discernimiento ve, reconoce lo que
está ahí, tal y como está ahí. Con esta visión penetrante que es el
discernimiento se abre una comprensión intuitiva de las diferentes situaciones
que jalonan la existencia es el fruto de toda una red de interdependencias.
Acompañados por el discernimiento conjugado con la apertura del corazón, los
lazos de identificación, se desatan; no nos sentimos afectados ni amenazados
por ello sino que realizamos que la única respuesta es armonizarse, estar
afinados como la corriente de un río que abraza los diferentes obstáculos que
encuentra a su paso continuando avanzando de forma libre.
Así que es importante comprender que la
práctica de la paciencia no es una actitud pasiva sino un movimiento dinámico.
El campo de la práctica es vasto, se despliega
en el menor aspecto de nuestra vida. Entonces tenemos muchas ocasiones de
practicar la paciencia. Bien entendido que podemos experimentarla durante la
práctica de la meditación sentada cuando nos confrontamos a los fenómenos que
nos atraviesan y que invaden nuestro espacio interior; bien sean fenómenos de
origen corporal o mental; siendo conscientes de ellos ,encontrando una afinidad
paciente y regular con la experiencia viva del aquí y del ahora.
Esta práctica de la meditación sentada
alimenta fundamental y profundamente nuestra actitud de ser en la vida y es
esencial dejar que su perfume impregne todos los espacios de nuestra vida,
cultivando así la paciencia en nuestras diferentes relaciones: las relaciones
con los otros, con uno mismo, con los diferentes acontecimientos que recorren
nuestra existencia y con la enseñanza de la vía.
Los cuatro votos que pronuncia el Bodhisattva
se alimentan de la práctica de la paciencia y lo apoyan en el camino de su
realización.
Cultivar la paciencia hacia los otros,
respetando su camino de vida, y no encerrándolos en nuestras proyecciones, en
nuestros deseos o aversiones y atravesar el mundo de las apariencias para ver
en ellas que la esencia que nos habita fundamentalmente es el precioso vehículo
que permite realizar el primer voto del Bodhisattva de acompañar a todos los
seres en el camino del despertar.
El Bodhisattva, cultivando la práctica de la
paciencia, frente a sus sombras, sus dificultades, sus dudas, sus
condicionamientos, su impaciencia se pone en camino de realizar su segundo voto
de liberarse de los apegos. Si no nos diferenciamos de los otros, si vivimos
también nuestras sombras, nuestras dudas, nuestras dificultades…iluminándolas
con paciencia, se despierta la consciencia de que no estamos
separados de los otros, de que nuestros cuestionamientos, nuestras sombras en
el fondo, no son diferentes de las que puede vivir cada ser humano. Entonces,
por ella misma, la paciencia se vuelva hacia los otros y puede manifestarse la
compasión, terreno necesario y esencial para caminar en la vía de la
realización.
Otro aspecto de la paciencia es la paciencia
en relación con la enseñanza. A veces hay ciertas enseñanzas que pueden parecer
incomprensibles, otras difíciles de poner en práctica o de hacerlas realidad
que piden perseverancia, paciencia para continuar avanzando sin
quedarnos inmovilizados por los vientos de la duda, del desánimo.
Pero la enseñanza no es solamente la de los textos, es también la de la vida,
la de las diferentes situaciones que podemos encontrar en nuestra existencia
que, según cómo las abordemos, pueden ayudarnos a « crecer », a ir
más profundamente en la vía.
Viviendo cada condición como una enseñanza y
no como un obstáculo infranqueable, cultivando la paciencia cara a
todas ellas el Bodhisattva camina para que se cumpla el tercer voto, que se
haga realidad la multiplicidad de la enseñanza.
Así el Bodhisattva “saca agua” de la práctica
de la paciencia para que se realice el cuarto voto de cumplir la vía de la
realización. Este último voto que es a la vez el fruto de los otros tres y que
a la vez los contiene.
El sentido profundo de la paciencia es no
esperar nada, estar ahí con lo que está ahí tal y como está ahí. Entonces
ningún contratiempo puede surgir, ninguna insatisfacción puede aparecer. Si en
lo que vivimos percibimos un contratiempo o si sentimos una insatisfacción, es
que no estamos suficientemente alineados(as) con el momento
presente, que existe una división, una separación y que esperamos otra cosa.
Os deseo una buena práctica.
Patrick
Comentarios
Publicar un comentario